viernes, 30 de marzo de 2012

Entourage


Domingo en la noche. Cuando me acostumbraba a la idea de otra velada sin mucho que hacer, típica del final del fin de semana, Ray llamó con una propuesta inesperada. Un documental sobre una gira de Cucú Diamantes por Cuba sería proyectado en el Chaplin. Sonaba como un perfecto plan: iríamos allá, veríamos el documental, contemplaríamos algún que otro mancebo, disfrutaríamos de la siempre carismática Cucú y luego nos iríamos a la cafetería de al lado a por pizzas de cinco pesos, las cuales tienen mala cara, pero saben ricas. El plan perfecto de una noche de domingo.

Así que nos pusimos unos pullovitos normalitos y nos fuimos por allá. Pero al llegar la realidad casi nos expulsa del cine. Vestidos de gala, peinados increíbles, perfumes exóticos, maquillajes excesivos, cámaras de televisión, conversaciones fútiles, artistas conocidos, hijos de artistas conocidos... Ray y yo estábamos en los Oscars vestidos para los MTV. Algo comenzó a picarme en un hombro, pero no tuve necesidad de levantar la manga para saber lo que era: el sarpullido que me provoca la farándula cubana.

En Cuba hay poco talento. Hay, pero poco. Pero lo que sí hay es mucha hiena. En todas partes. A la salida del cine, del teatro, en las premieres de las galerías, en todas partes donde pueda haber algún intento de vida cultural. Pocos saben de arte real; ellos van allá a lucir sus galas, intentar acostarse con los famosos (seudofamosos es una mucho mejor palabra) y comer algo de camarones. La muerte del arte.

Para empezar, todos llamaban “Cucu” a Cucú. En algún momento, entre New York y La Habana, perdió la tilde. “Cucu”. Suena horrible, parece un pájaro. “Cucu esto” y “Cucu lo otro” repetían de un lado a otro. Nunca ninguno de aquellos seres va a un cine a ver una película un día normal. Nunca van a ver un ciclo de cine del ayer ni van a una tanda a las 2 de la tarde. Pero si hay un spotlight y una cámara pues todos corren allá vestidos como Lady Gaga.

Allí estaban: presentadorcillos televisivos, algún que otro cantante de un cuartetillo vocal de moda, periodísticos del Canal Educativo 10. Y por supuesto, sus “groupies”. Aquellos que jamás han hecho nada, pero eso no les impide estar al lado de los “famosos” y juzgar (por lo general mal) a los que crean. Los integrantes de nuestra farándula: esos son los imprescindibles.

Son aquellos que esperan ansiosamente el inicio del Festival de cine para poder usar una bufanda o los que no pierden la oportunidad de andar con su credencial puesta todo el tiempo aunque sean las dos de la mañana y estén a kilómetros del lugar donde podrían pedírsela. Si nos acercamos convenientemente, podremos constatar que ni siquiera son de ellos.

No estudiaron nada, y si estudiaron algo fue alguna manifestación del arte, lo cual es lo mismo que no estudiar nada (el arte no se estudia, se entrena, y si nunca tuviste el talento, pues nunca lo tendrás). Muchos (muchísimos) son hijos de otros representantes de farándulas anteriores y piensan que el talento se hereda. Otros muchos son antiguos actorcillos (actor es su manifestación favorita porque no tienen que cantar, pintar ni escribir) que, luego de decenios dando tumbos por las tablas nacionales, caen ahora en algún programa de televisión de quinta categoría y se sienten en sus quince minutos de fama.

Quizás si no los conocemos bien, podemos erróneamente pensar que son solo superficiales. Pero no es así: son malas personas. Los he visto hacer lo que sea para obtener el papel principal de una obra de teatro de la casa de la cultura de no sé dónde, los he visto criticar cosas buenas solo para que los demás los noten, los he visto ofender y discriminar a las personas que ellos consideran simples. Y es que el ocio es el padre de todos los vicios. Las personas que he conocido en el mundo del arte que son buenos e inteligentes, han terminado (en el 95% de los casos) abandonando el arte.

Ante el recuerdo de mi pasado como actor y toda esa lacra de mis días primeros, casi me vomito encima de Ray. De todas formas nadie lo hubiera notado. De más está decir que nosotros éramos invisibles en aquel lugar.

¿Para qué sirve esta gentuza? ¿Cuál es su función en la vida? Si quitamos a algunos que están buenos y podemos acostarnos con ellos, cuidando de cerrarles bien la boca para no oír sus tontos comentarios, ¿qué se hace con esa gente? ¿Por qué no los meten presos solo por existir? Ya sé que soy radical, pero es que un sarpullido vuelve loco a cualquiera.

Recordé a Balzac y cómo hizo toda su carrera literaria hablando de este tipo de gente advenediza. Quizás esa sea su función después de todo: servir de ejemplos (negativos) en la literatura. Puede que este post sea un ejemplo. Eso sí, en la vida real siguen sin tener valor alguno.

Al terminar la proyección, Ray y yo, aun intoxicados por tanta superficialidad, nos fuimos a nuestras pizzas de cinco pesos. He de confesar que por un momento, imbuidos por el momento presente, consideramos incluso ir a otra pizzería más cara. Pero luego de una meditación muy madura nos dijimos que no, que esas eran las que nos gustaban y que ya estábamos muy viejos para intentar engañarnos. Así que imagino la cara de asco de algún representante de nuestra farándula, al pasar con su Chanel frente a nosotros, y vernos sentados en un contén con una pizza de cinco pesos en cada mano.

Cuando nos íbamos, el cine ya había apagado las luces y ellos, por supuesto, se habían desvanecido. El cine volvía a ser el mismo de siempre. Mi alteración de la piel se había ido y mis pensamientos de odio también. Volvía a recuperar mi amor por el arte.

Soy tan inmaduro al escribir sobre esta gentuza. Con tanta gente que hay acerca de la cual escribir. Pero bueno, tenía que sacármelos de la cabeza: el sarpullido puede ser muy incómodo. Además, siempre es bueno imitar  a Balzac por un rato.

4 comentarios:

Pedro el de la RAE dijo...

Lo que tenías en la piel no era una "condición", a diferencia del inglés, donde la palabra "condition" significa un estado de salud, en el español no es así. Pero me encantó tu "post".

Sergio dijo...

Lo único que realmente importaba allí era Cucú y la calidad del documental, los que se lo perdieron... allá ellos. Lo que es lamentable es que esa gente, a veces, muchas veces, ocupa el lugar de la que sí le interesa y puede disfrutarlo.

Raúl Reyes Mancebo dijo...

Valga la aclaración! Muchísimas gracias, Pedro ;-)

Perry Flake dijo...

pero mijitoooo esa lengua te la van a cortar, dejalos que sean felices con su mojon y su bufanda!!! jajajajaja tu sigue valorando el arte que es lo importante.


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