domingo, 8 de mayo de 2011

El arte de saber renunciar


En la vida hay que saber luchar por las cosas. Nada nos llegará si no empleamos parte de nuestro tiempo, voluntad y habilidades en trazarnos metas e intentar cumplirlas. Eso lo aprendemos, de una forma u otra, desde pequeños. Sin embargo, no siempre es tan valorada en su real medida la importancia de saber renunciar a las cosas.

Si luchar por algo es difícil, saber renunciar a ello es aún peor. Tiene mucho de crimen. Es difícil renunciar a algo, por muchas cosas malas que tenga, porque siempre hay otras buenas que a lo mejor nunca más tendremos. En otros casos, nos cuesta admitir que estamos invirtiendo nuestro esfuerzo en algo que no funcionará, así que lo seguimos intentando, hasta que volvemos a fracasar, una y otra vez.

¿Cuántos de nosotros no hemos estado en malas relaciones a las que sabemos que debemos ponerle un fin? Sin embargo, nos cuesta. Nos cuesta porque recordamos cuando nos conocimos y lo bonito que era todo. Nos cuesta porque todavía los queremos en alguna medida y sabemos que en el mundo no hay muchos como ellos. Pero lo cierto es que la cosa no funciona. Y ya no somos los mismos de cuando nos conocimos y, lamentablemente, nunca más lo seremos. Es hora de ponerle un fin. Pero no lo hacemos.

Si nos dejan por otras personas, nos queremos morir. Sin embargo, al ser tan humillante, nuestra capacidad de renuncia se activa sola y nuestra dignidad nos obliga, más tarde o más temprano, a dejarlo ir. Pero si nadie te deja por nadie, entonces, lo más probable es que rompas, luego regreses cuando te sientas solo, después te vuelvas a pelear al primer grito, regreses de nuevo el  13 de febrero, y así hasta que ya no quede nada: ni amor, ni respeto, ni nada. Es porque no sabemos renunciar a las cosas.

Otras veces intentamos conseguir algo de la vida a como dé lugar. Una beca, por ejemplo. Decimos “esto está para nosotros”, “nadie nos lo va a quitar”, y ese tipo de mantras positivos que nos repetimos a la hora de enfrentar algo, y que sin embargo pocas veces mantenemos cuando los problemas empiezan a aparecer. Resulta después que tienes que vender tu casa para poder pagar la mitad de la beca (y eso que es una beca). Pero tú te dices que hay que sacrificarse en la vida para llegar lejos. Luego te dicen que vivirás en una choza cuando llegues allá, que el curso que solicitas no es precisamente el de tu perfil profesional, y que en realidad la beca no es en la ciudad que creías, sino en un pueblo cercano. Sin embargo, no cejamos y nos decimos que probablemente sea una señal del destino para probar nuestra entereza ante las cosas.

Y así, cuando un día nuestra pareja nos hace algo verdaderamente irreparable, o nos informan que para la beca tenemos que llevar además el original de la certificación de nacimiento de la madre de la tía del abuelo de nuestra hermana, que está en Manzanillo, uno siente que la hiel se le acumula en la garganta y quiere morirse. La molestia se agrava hasta un punto en el que ya es casi imposible que nuestros amigos nos reconozcan por las calles, porque caminamos molestos, tristes y desencantados. Y descubres que antes estabas solo y sin beca, pero no estabas desencantado. Por lo menos tenías la esperanza.

Hay que saber renunciar a las cosas aunque no sea fácil. Tenemos que armarnos de valor; cogerlo todo, lo bueno y lo malo, meterlo en un saco y tirarlo al río más cercano. Las cosas buenas que metiste en el saco te dará dolor tirarlas,  pero tienes que hacerlo. No puedes tener unas sin las otras, y ya no puedes más con novios insoportables o becas fascistas. Hay que ser grandecitos: tirarlo todo, dar la espalda y caminar de regreso, aunque sientas que de camino a casa algo te sube a la garganta y que se te oprime el pecho. Al llegar a casa nos invadirá una paz rara: la paz de saber que aunque te sientas mal, a la larga, es lo mejor para ti.

Hay que ver el renunciar, no como una derrota, sino como un acto de valentía. La vida se encargará de demostrarnos en poco tiempo que hicimos lo correcto, y aparecerá otro amor y otra beca. O quizás no aparezcan, pero caminaremos por las calles con la esperanza de que lo harán, y la esperanza es siempre mejor que el desencanto.

21 comentarios:

Myléne dijo...

Me parece que un desencanto personal te llevo a escribir esta vez; para que veas, de las cosas malas tambien nacen cosas buenas.

El cazador de burbujas dijo...

Te adoro! Gracias!

Anónimo dijo...

Creo que detrás de cada desencanto viene lo nuevo, lo prometedor, lo sublime. Nunca cierres uba puerta si pensar en abrir otra.
Muy buen blog Raúl. Un abrazo, Emilio R

Alex Jorge dijo...

ohh, esta vez nos tocó el Raúl sentimental, sin ironías y chistes, al contrario, serio y filosófico. Me gustó mucho esta publicación.

Anónimo dijo...

mmm, un poquillo negativo... pero me ha encantado el "nos" :-) un besote, yinet

Janet dijo...

Completamente de acuerdo...el camino de la vida está lleno de pruebas,uno mismo es el responsable de trazarse una mejor perspectiva de vida y un mejor porvenir. Todas las cosas q nos causan problemas,preocupaciones y nos dejan con una pesada carga en el pecho....si pueden ser desechadas, pues hagámoslo! Te aseguro q el alivio de tener trankilidad merece la pena! Un beso Rauli!!! Super! Me parece aciertas siempre,me gusta esta forma mas seria tanto como el irónico,cómico Raul q me da dolor en los músculos de la barriga de tanto reírme!!!Gracias!

Anónimo dijo...

muy pero que muy elocuente, me encantó como los demás. Recuerda que te dije que solo necesitabas el punto de inicio, el camino a transitar es todo tuyo, tienes el don de la palabra escrita y muy pero que muy agradecido por todo.
Saludos y FELICITACIONESSSS!!!!

Manuel dijo...

Del mismo modo en que hay que saber renunciar a algunas cosas, también hay que saber persistir en otras y tener fe, la fe que ve el blanco y que es ciega ante las dificultades. De no ser así, Maria Curie no habría hecho sus descubrimientos, ni el mismo Aníbal (el Cartaginés) habría hecho la proeza de remontar Los Alpes con elefantes para invadir a Roma por el Norte de la Peninsula Itálica, ni Publio Cornelio Escipión (llamado El Africano) habría podido derrotar a Cartago y forzar a Aníbal a abandonar Italia; ni Cristóbal Colón habría descubierto América; ni Doce Hombres se habrían propuesto alguna vez doblegar un régimen tiránico; ni doce millones se habrían propuesto intentar lo imposible; ni habría viajes al Cosmos; ni habría robots en Marte.

Hay que tener arte para saber renunciar y también, a veces mucho más, y entereza, para insistir en lo que se cree justo.

Manuel Rios

Joyce dijo...

Oye Raúl esto esta súper buenooo, me encanto leerlo y esta súper ameno... Felicidades si!!!!!!!!! sigue sigue.... XD...

Joyce dijo...

mijo me refería a los 2 post anteriores este no me lo he leido aún pero me lo descargo y lo hago si!!!!!!!! VAYA CHAMA!!!!!!!!!!.... ummm XD...XD

Anónimo dijo...

Wow, que bien. Hay cosas que aunque uno ya sabe, necesita que se lo refresquen. Soy la muchacha que anda discu... debatiendo con el ex en el artículo ¨La maldita circunstancia del ex por todas partes¨. Estaba a pto de responderle cdo decidí leer este, al que él hace mención. En fin, que después de leer esto, no me quedan ganas de contestarle. Si insiste en esconderse de mi cuando me vea en la calle o virarme la cara cuando lo saludo, es una pena, se lo pierde.

Anónimo dijo...

Esto me recuerda al poema,"El arte de perder" :)Interesante.

Anónimo dijo...

otra cara del cubo, qué humano, sentimental, real y vulnerable te sentí!

dicen que "un clavo saca a otro clavo" y tal vez "una beca saque a otra beca", jajaja!

Anónimo dijo...

Super bueno!!!.....pero ademas del valor para saber renunciar hay que tener acierto cuando se renuncia, y si renunciaste cuando ya no faltaba nada para lograrlo?, y si despues de renunciar te das cuenta que te falto solo un poquito mas, a mi me ha pasado, aunque no con una beca precisamente, jaja,....es dificil saber dicernir cuando es conveniente una cosa o la otra, cual es el limite para la perseverancia?

Anónimo dijo...

Aunque lo haya leido meses despues de que lo plasmaras, este blog sin saberlo lo escribiste para mi.
Muchas gracias mi Ada Padrina!!!!

Anónimo dijo...

Creo que todos, en algún momento de nuestra vida hemos estado en una situación similar. En mi caso ídem, la beca y el novio. Lástima que al final haya sido una cobarde y nos los haya dejado ir. Gracias por darme el valor para reflexionar sobre ello.

Mireya dijo...

Este post en particular siempre me levanta el animo gracias por escribirlo no me canso de leerlo, me recuerda q nada es mas feo q estar desencantada

Santiago Torres Destéffanis dijo...

No conozco aún a alguien libre de esa especie de síndrome de Diógenes emocional. Y también es cierto que tenés razón, pero cómo cuesta renunciar.

Miguel G. Dorta dijo...

No sé como explicar que ha llegado en un buen momento. Siento como si fuera magia. Siempre llegan, o llego en el momento indicado. Como si estuviera esperando a necesitar el consejo, para leer tu publicación.
Me gustó mucho.

Rache dijo...

Hace apenas unos meses dejé ir algo a lo que estaba aferrada hacía casi ocho años,y..., ¡¡¡sorpresa!!!, la vida puso en mi camino cosas mejores que han llenado esa parte de mí que estaba vacía...

Anónimo dijo...

Yo hubiera querido saber renunciar a un trabajo hace unos años.
Aunque la paga era buena, las condiciones eran francamente malas, sobre todo por la inestabilidad mental de la jefa.
Muchos compañeros renunciaron para buscar otro trabajo. En ese momento yo vi con mucho desprecio cómo se iban y pensaba que lo único que demostraban era su falta de profesionalidad.
Pues bien... Yo me quedé aguantando (porque yo Sí era profesional), y claro me di con la pared en la cara porque el problema real no era nuestro nivel de compromiso sino los problemas mentales de nuestra jefa. Y fui la única estúpida que se quedó a aguantarlos hasta que me despidieron con las peores referencias.


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