lunes, 23 de mayo de 2011

La triste historia del amigo que cambió


¿En qué momento cambia la gente? ¿Se van a la cama una noche y cuando se despiertan al día siguiente ya son otros? Y si cambian de un día para otro, ¿por qué nunca nadie cambia para bien? Quizás siempre hayan sido así y era uno que no se daba cuenta. ¿He cambiado yo y hay alguien escribiendo un post en estos momentos sobre mí y mi cambio radical? No lo sé. Ya no sé nada. Pero empecemos esto por el inicio.


No recuerdo exactamente el momento justo en que nos conocimos Alberto y yo, pero sí recuerdo que fue en los lejanos días de inicio de universidad, cuando nos parecía que quedaban siglos de estudio por delante. Como éramos de facultades diferentes, siempre nos veíamos en el legendario Machado (comedor universitario, para los que no saben nada de mi vida), en donde nos pasábamos el tiempo hablando bien de los buenos profesores y los buenos compañeros de clase y hablando mal de los malos profesores y los malos compañeros de clase. Ya saben cómo son esas edades. Como en aquellos días el monto total de nuestros bolsillos no llegaba a los 14 pesos cubanos, era normal que fuéramos todos los días al Machado, así que coordinábamos las horas para vernos ahí. A veces no íbamos a clases en la tarde y cuando salíamos del Machado nos íbamos a la facultad de alguno de los dos a conectarnos a Internet con la cuenta de alguien que había olvidado cerrarla (ya que las nuestras se gastaban a los tres días de haber empezado el mes). Así nos pasamos innumerables tardes metiéndonos en ilegales páginas y, mientras esperábamos horas para que se bajara una foto, nos hacíamos los cuentos de la buena pipa. Hasta que nos botaban a eso de las 7 porque era la hora de cerrar el laboratorio, y decidíamos ir al cine. Como a Alberto en realidad no le gustaba mucho el cine, en más de una ocasión, solo entrábamos y cuando apagaban las luces nos íbamos y nos sentábamos en el portal del Chaplin a ver el tiempo pasar y a la gente correr. Ya saben, tonterías de los que tienen toda la vida por delante. Pero no éramos malos. Para nada.

Después fuimos de la clase de amigos que se quedan en el sofá de la casa del otro y se cuentan hasta el color del calzoncillos que llevan puesto. Nos contábamos quién nos gustaba y quién nos gustaba aún más. Nos hacíamos planes de cómo íbamos a atacar a nuestras víctimas en el Machado un día, porque creíamos que el que es franco y directo, siempre triunfa en el amor. Todavía lo creo. No sé Alberto. Pero en esa época lo creíamos los dos, de eso estoy seguro. Y apoyándonos el uno al otro, hacíamos cada papelazo, del cual nos pasábamos la tarde avergonzándonos y riéndonos por turnos.

Alberto siempre tuvo problemas en su casa, pero no los contaba porque era de los que pensaba que si el problema se ignora, no existe. Como yo soy idéntico, no hablábamos de eso. Pero a veces no iba a dormir a su casa y uno podía darse cuenta al día siguiente porque estaba vestido igual que el día anterior. Yo, quien soy (o era, no sé ni me interesa) de ponerme la misma ropa de lunes a viernes, cual uniforme, fingía que éramos ambos unos descuidados, y así todo parecía normal. Después íbamos a mi casa y yo fingía que ya era muy tarde, así que era mejor que se quedara en el sofá. Y así, como no se hablaba de los problemas, no existían.

Hay un día en la vida de todo cubano en la que un amigo viene y le dice que “se va”. Y el cubano sabe inmediatamente de qué se trata. Después van juntos a buscar la baja de la facultad, un último almuerzo en el Machado, una última caminata por la calle, una última media en la parada. Todos los cubanos estamos acostumbrados a que esto nos pase, en mayor o menor medida, así que Alberto y yo nos ahorramos lágrimas y pajarerías, porque en la vida la gente tiene que progresar. O por lo menos intentarlo. Yo tenía otros amigos (incluso mucho más cercanos que Alberto) por lo cual pude fingir conmigo mismo que su partida no me había afectado tanto. Pero recuerdo un día en que hice uno de mis papelazos amorosos, y descubrí que no era tan divertido como cuando Alberto estaba al lado mío.

Y el tiempo pasó. Y aparecieron los primeros síntomas. Los iniciales y numerosos correos de Alberto contándome cómo era el primer mundo, lo grande y limpio que era, y cómo había de todo, fueron sustituidos por grandes períodos de tiempo sin saber nada uno del otro. Pero eso es normal; me dije a mí mismo que el primer mundo es complicado, que la gente vive una vida muy de prisa, y que a veces, por falta de tiempo, no de interés, la gente no hace contacto. Y, siendo honestos, yo tampoco escribía mucho. Y pasó el tiempo, hasta que un día descubrí que hacía más de un año que no sabía de Alberto. Le escribí algo como “¿Hay alguien ahí?” y él respondió al día siguiente algo como “Coño, flaco, qué bueno saber de ti. Sigue escribiendo”. Y después de dos correos kilométricos de cada uno contándonos todo lo que habíamos hecho el año anterior, volvimos a caer en el mismo letargo epistolar. Pero eso es normal; el cubano sabe que esas cosas son así, y no protesta.

Así siguió pasando el tiempo, y ya casi me graduaba, cuando un día, sin querer, de camino a mi casa me encontré a Ronald (quien no es importante en esta historia) pero quien me dijo que hacía dos semanas había visto en una discoteca cara al amiguito que siempre andaba conmigo años atrás. No entendí. Pero siempre pensé que era una equivocación, el pobre de Ronald siempre había sido un poco lento. Curioso (nervioso, más bien) llamé a su problemática casa, donde la madre me confirmó que, en efecto, Alberto había estado 15 días en Cuba. Y ahí entendí aún menos. La madre me dijo que no tuvo tiempo de visitar a nadie porque andaba todo el tiempo con “un amigo que trajo de allá”. Bueno, si lo traes de allá, bien podrías presentarle a tus amigos de “acá”, ¿no? Pero después de una psicoterapia de emergencia proporcionada por mi amigo Ray (quien es importante en todas mis historias), llegamos juntos a la conclusión de que el primer mundo es complicado, que la gente vive una vida de prisa, y que a veces, por falta de tiempo, no de interés, la gente no hace contacto. Después descubrí que no solo no me visitó a mí, sino que no visitó ni siquiera a su amiga de toda la vida, así que me convencí de que no era nada particular en mi contra y decidí esperar que en algún momento, y de alguna forma, me contactara.

¡Y Alberto me contactó! Un día, gracias a las maravillas del juguete nuevo del mundo por esos días: Facebook. Y volvimos a ser amigos, esta vez virtuales. Y yo ignoré cuando me dijo que no entendía por qué las conexiones estaban tan malas. ¿De veras no se acordaba de las horas y horas en los laboratorios de nuestras facultades para bajar un documento? También me hice el chivo con tontera cuando me preguntó si en Coppelia todavía daban más hielo que helado y que si la misma gente tonta se seguía reuniendo en el Chaplin. Me costó un poco más de trabajo ignorar cuando me preguntó por qué yo seguía leyéndome todos esos libros de lugares a los que nunca iría. Después me preguntó que por qué me había quedado de profesor en la facultad, en vez de irme para el turismo. Me pareció distinto, como más relajado, casual, una versión “cool” de Alberto. Alberto nunca fue “cool”; se sumergía en diatribas filosóficas que solo él conocía y en dilemas morales y éticos que lo torturaban. Pero no me importó, porque Alberto, de alguna forma, estaba de nuevo en mi vida. Aunque fuera este Alberto tan “feliz”.

Después vi todos sus comentarios en Facebook hablando de cómo quería a Cuba y de cuánto desearía poder caminar de nuevo por G con sus amigos. Que extrañaba a sus vecinos y hasta la libreta de abastecimiento. Que lamentaba haber dejado atrás a su familia y que como La Habana no había ninguna ciudad en el mundo. Cuando vino no llamó a sus amigos y anduvo todo el tiempo con uno que trajo de allá, pero parece que el Muro de Facebook aguanta lo que sea. De todas formas, no pensé mucho en el asunto, no era nada grave ni mucho menos.

La cosa fue menos linda cuando su amiga de la infancia le pidió que le recargara la tarjeta de teléfono “desde allá” para que “aquí” le pusieran el doble de dinero y él le mandó un singular correo en el que no solo decía que no tenía los 20 dólares requeridos porque se había tomado algunos cursillos de verano, sino que agregó la lapidaria frase de “en Cuba un celular no hace tanta falta”. ¿? A él sí le hace falta, porque aunque desempleado, vive en un mundo moderno y desarrollado; a su amiga, quien es ingeniera en el tercer mundo, claro que no le hace falta, porque es tan subdesarrollada, la pobre, que ¿a quién va a llamar? Nosotros, por supuesto, consolamos a la llorosa amiguita de la infancia con la frase de que el primer mundo es complicado, que la gente vive una vida muy de prisa, y que a veces, por falta de tiempo, no de interés, la gente olvida el hambre que pasó. Pero secreta e individualmente todos nos sentimos mal con Alberto.

Después fueron los comentarios en Facebook criticando todo lo que yo hacía. ¿Por qué yo hablaba de películas con todos los cambios económicos por venir? ¿Por qué los cubanos se interesan en la Copa Mundial de Fútbol si no hay, ni nunca habrá, un equipo nuestro? ¿Por qué tanta fiesta de Halloween con el hambre que estamos pasando? Me empingué. Se lo hice saber en un mensaje privado, pero lo borré a última hora. Me dio cosa. Me dije a mí mismo que la gente tiende a ver las cosas desde afuera de manera distinta. Yo mismo creo que si conozco a un haitiano espero que hable de terremotos y cólera, no de arte. Supongo que todos somos iguales en el fondo: tenemos un subdesarrollo que nos come por una pata y nos ha llegado al cerebro. Pero por lo menos yo nunca he ido a Haití; él vivió aquí.  Lo cierto es que empecé a ver sus comentarios y sus posts con desagrado. Cada vez que revisaba mi Facebook y él aparecía por la pantalla diciendo que había ido a no sé dónde y que qué linda era la nieve, con las respuestas de sus amigos “de allá” a continuación, me daban ganas de matarlos a todos. Porque claro, él sí podía ir a esos lugares y ver la puta nieve; nosotros no, a nosotros nos toca hablar de lineamientos todo el día.

Y un día Alberto me llamó. No de afuera, por supuesto; me llamó de aquí. Oí su voz y no lo conocí, pero al tercer “¿De verdad tú no sabes quién te habla?” me di cuenta que era él y me emocioné. Olvidé todos los comentarios idiotas, la visita anterior, el incidente del celular; lo olvidé todo. Simplemente me emocioné. Me salió algo como: “Cojone, es Alberto”. Y él se rió. Me dijo que estaba aquí y que se iba rápido pero que quería verme. Concertamos un encuentro al día siguiente en 23 y G a las 6 de la tarde. Como en los viejos tiempos. Me emocioné y le conté a mi amigo Ray, y entre ambos decidimos que era mejor no hacer alusión en la cita a todas las cosas malas; simplemente un buen abrazo, unas cervezas y algo de plática nostálgica de aquellos años en que éramos tan amigos.

Y no fue. Así mismo: no fue. Estuve dos horas en aquel lugar, pensando que me había equivocado de banco o de calle, o incluso de ciudad. Pensando en si podía haberle pasado algo, aunque por dentro sabía que no había pasado nada. Ni una llamada, ni un mensaje, ni nada. Una semana después vi su álbum de fotos en Facebook: “Mi Cuba del alma”. Justo cuando empezaba con mi retahíla de que el primer mundo es complicado, la gente vive una vida muy de prisa y todo ese reguero de justificaciones, me di cuenta que la culpa no era del capitalismo, ni de la distancia, ni del dinero: mi amigo Alberto es un imbécil. Un cretino, un anormal, un idiota que olvidó que dormía en la calle, que olvidó que en la vida la gente tiene problemas espirituales al margen de la sociedad en la que vive, que olvidó a sus amigos y los sustituyó por otros. Y me dolió. Me dolió en la parte del corazón destinada a los amigos imbéciles. A esos que pudieron ser amigos toda la vida, pero que se diluyeron, cambiaron, “evolucionaron”.

Quizás Alberto siempre fue imbécil. Pero no, él tenía muchas cosas interesantes que decir, era inteligente, sensible y carismático; no era un imbécil. Quizás sea yo que estoy exagerando, pero me parece que si yo viniera a Cuba después de tanto tiempo, iría corriendo a ver a Alberto. Y eso me convenció. Si yo soy capaz de hacerlo, ¿por qué debo pedir menos para conmigo? Ahora ya no sé cuándo la gente cambia. Me gusta pensar en esta tonta teoría: siempre tuvo el gen del imbécil pero no lo desarrolló hasta que estuvo en el primer mundo porque allí hay fertilizantes más caros que permiten que los defectos se desarrollen más fácilmente. Pero sería injusto con el resto de mis amigos que están fuera y no han cambiado si digo que es culpa de la distancia. No: es culpa de él, que es un imbécil.

Confieso haber pensado no publicar esto. No le veía sentido. Pero hoy es domingo (y ya saben cómo son) y me asalta la idea de que quizás alguno de los que lea esto por error sea como Alberto y le dé por reflexionar y, quizás, cambiar. Quiero creer que el cambio para bien también es posible. Así esta triste y larga historia tendría un sentido. Yo, por mi parte, nunca más seré amigo de Alberto. ¿A quién engaño? Hace años no soy amigo de Alberto, solo teníamos una relación de mentirita por Facebook. Pero ahora sí ya la oficialicé al quitarlo de mi lista de amigos. Me duele, pero viviré. Me limitaré a recordar al Alberto de aquellos primeros días de universidad, cuando entre los dos teníamos 14 pesos cubanos y hacíamos papelazos. Al que dormía en mi sofá y me contaba quién le gustaba aún más. Al del Machado, con el que hablaba bien de los buenos y mal de los malos. Al que quise. Ignoraré al que es ahora, al imbécil, y así, al ignorar el problema, este no existirá más.


PD: Dedico este post a mi amigo Alberto (quien, por supuesto, no se llama así). Pero no al Alberto imbécil, sino al otro que vi por última vez montándose en una guagua para ir a su casa hace ya muchos años. Al Alberto que me dijo una vez (y lo creí y todavía lo creo) que los verdaderos amigos son aquellos que pueden estar muchos años sin verse y el día en que se reencuentran hablan y se comportan como si no hubiese pasado un solo día.

25 comentarios:

Gilberto Salazar Soriano dijo...

Wow... Fuerte, pero muy interesante... debe haber muchos albertos, también estoy seguro que existen otros (muchos más) que tienen muy claro el sentido de la amistad, que dejan el mundo complicado a un lado y tienen siempre presente a sus hermanos. Excelente artículo, Saludos.

Liana dijo...

Pues tienes razon no es un pais el que cambia a una persona. Hay muchos Albertos por ahi en este mundo y pues que lastima la verdad porque no hay nada mas bonito que tener un buen amigo a pesar de la distancia. Yo vivo en Miami y he visto muchas personas cambiar de la noche a la manana y da pena que muchos hasta se olvidan de su familia. Yo sali de Cuba con 16 anos y jamas me olvide de mi familia y mis mejores amigos. Todavia los recuerdo como si fuera ayer y pensar en eso me da mucha alegria. Y gracias al Facebook me he rencontrado con los que mas nunca supe de ellos. Asi que pa'lante y te felicito por quitar a Alberto de tu facebook porque la verdad el no se merece tener un amigo como tu. Saludos!

Anónimo dijo...

LO TRASCENDENTE ESTA EN LO QUE OCURRE DENTRO DE TI, ALBERTO TE SIRVIÓ Y TU LE SERVISTE EN EL PROCESO DE CRECIMIENTO HUMANO, PERO EL NO TIENE LA CAPACIDAD DE APRECIARLO. LOS LUCIDOS SUFREN UN POCO MAS, ESTÁN UN POCO MAS SOLOS, PERO TAMBIÉN CRECEN MAS Y TIENEN LA CAPACIDAD DE HACER CRECER A OTROS, GRACIAS. ESCRIBÍ ESTO TRANSITANDO MAS O MENOS POR EL MISMO CAMINO:

ABALORIOS DE CARIÑO
HILO DE LAS CONJUNCIONES
FRAGIL COLLAR DE ILUSIONES
Y DEL CORAZON UN GUIÑO
MIS RECUERDOS ESCUDRIÑO
MIENTRAS EL ALMA FRACCIONO
Y NO HAY DOLOR, NO HAY ENCONO
SOLO AGRI-DULCES MEMORIAS
AGUAS QUE MUEVEN LA NORIA
DE DONDE BEBE EL DIOS CRONOS.

Myléne dijo...

No es la distancia, el desarrollo, la vida agitada, la coca cola del olvido...no todo el que parte de Cuba olvida.
´´¿He cambiado yo o ha cambiado la ciudad?´´

Anita Aninha Any Ana Anichy Aniuska dijo...

Este es muy conmovedor y realmente existen muchosssssssssssssss Albertos. Mi teoría es que las personas no cambian, simplente no han tenido el medio para desarrollarse como verdaderamente son. Siempre escucho, mira a ese o a esa él dinero lo cambió. No esTOy de acuerdo, el dinero lo ayudó a encontrarse a sí mismo o a "desencontrarse" diría yo. hay muchos que hablan mucha mierda, literalmente mierda y se les olvida la mierda que ellos comían en Cuba. Por mi parte no me olvidO de mis raíces, de mis humildes raíces, de las tantas veces que comí mal en una beca (13 años para ser más exacta) y de las tantas personas que me ayudaron en mis 27 años. Hay que ser agradecido porque la vida te retorna tu agradecimiento con fortuna, fortuna de la espiritual que te hace más rico que la material.
Es que hay personas que ya no se acuerdan del dicho que dice que: "Él que tiene un amigo tiene un CENTRAL".

Janet dijo...

La persona q no ha sido nunca espiritualmente fuerte pues siempre va a ser una fachada para el mundo...En este primer mundo, Raúl, existe mucho vivir de la fachada...entonces a las cosas del corazón es fácil no echarle aguita para q sigan creciendo. Siento pena por tu amigo porque al final se dejó arrastrar por las nuevas impresiones y lo nuevo. Hay q saber por dónde se pisa y no perder la esencia de uno mismo.

Anónimo dijo...

No defiendo a Alberto, como podría... Pero a veces no somos los que se van solo los que cambian; los que se quedan tambien cambian. A veces solo se nos ve como una maquina productora de dólares, y de pronto la conversación que antes era de arte, y ya no puede ser, se torna en el monótono "Me hace falta..." "No se si para cuando valla el próximo mes pueda". Todos cambiamos, y no se puede mezclar la falta de amistad con la responsabilidad de asumir la realidad que le toco a cada cual. Yo no mido de acuerdo a mis propias acciones, mucho menos cuestiono si ha cambiado el, yo o el clima. Todos cambiamos algunos para bien otros para mal. Que el que este libre de pecado lanze la primera piedra!

Osvaldo dijo...

Oye, pero si al final lo dijiste: ...los verdaderos amigos son aquellos que pueden estar muchos años sin verse y el día en que se reencuentran hablan y se comportan como si no hubiese pasado un solo día.

Claro, eso no se dá así como la verdolaga, por eso no hay tantos "verdaderos amigos"; hay que quererlo y desearlo mucho también!, y saltar y crecer por encima de las circunstancias; es como las religiones, hay que creer y tener fé en ello!

Bye, cuídate, y sigue escribiendo!

tutiviolin dijo...

Hola!!!
hace poco te descubrí gracias a un amigo en común, y te recomendé en mi faceb. ahora te sigo y te has convertido en obligatoria lectura. me encanta leer cubanadas hechas por cubanos. auténtico...
Sólo quería dejarte una observación.
Soy cubana y vivo fuera. Y no defiendo para nada a tu amigo Alberto. No se qué se le subió a la cabeza pero su cambio, definitivamente no fue para mejor. Pero hay un aspecto sobre el cual me gustaría opinar. Cuando vives fuera, en este mundo q pasa tannn tannn deprisa, y de una manera tan loca es verdad q hay veces q no tienes tiempo ni para escribir. Pero como eso ya sabemos q no es una excusa válida te voy a dar al menos la mía: a veces no escribo a mis amigos en Cuba porque duele. simple y llanamente. A veces me duele tanto sentirles lejos que no sé qué decirles. A veces me duele tanto recibir sus mensajes y darme cuenta que aunque nos escribamos cada semana ya no soy parte de sus vidas, que lo voy aplazando para no sentir que ya no soy ni de aquí ni de allá y mi gente no son ni esta ni aquella. Duele, mucho, duele sentirse tan solo... como dice el bolero. La distancia es un animal feroz q lo devora todo, y aunque te mantengas cerca a golpe de teclado se lleva todo lo que hay en medio. Y a veces, te das cuenta de que ya no conoces a la gente, y sin darte cuenta te alejas, inconscientemente lo haces, porque ya no puedes lidiar con tanto dolor.
Dejar lo de uno atrás es tan devastador, que a veces llegamos a cometer verdaderas estupideces para justificarnos a nosotros mismos.
Yo, por suerte, tengo amigos, de los de verdad, q aunq no les escribo cada semana me mandan un mensaje y correos, y saben, y entienden q aunq sea uno quien se haya ido no por eso vive mejor y carga con mucha mucha mierda. Y mis amigos cuando paso un mes sin escribir ya me dicen q donde carajo ando metida y me devuelven a la realidad. Y ahí es cuando escojo el dolor, y sentir q ya no soy parte, solo por el simple placer de darme cuenta q mis amigos cubanos son los únicos que siempre me querrán como la cubana que soy.
La próxima vez q se te vaya un amigo no dejes de escribirle tu. Insiste, aunq te cueste. Pues aunque no lo creas a ese amigo le cuesta más....

Perdón por el periódico, pero no tengo la virtud q tienes tu de explicar lo imprescindible con pocas palabras. Espero haberme hecho entender.

pd: piensa. escribe. sigue. sigue....
pd2: pobre Alberto...

Anónimo dijo...

Creo que mucho hemos conocido un alberto, a mi me pasó.
Hace unos años, conocí a Alberto.(el mío)no el tuyo! jejeje
Pues él me ayudo mucho, era novato en esto de salir del closet. Pero gracias a él me enseño bastante como funcionaba este mundo como digo yo.
Le tenía mucho afecto a el y su pareja.
Un buen dia alberto me dijo- me voy-
Tuvimos nuestro ultimo dia de salidas. la jornada y celebracion de que iba para un lugar mejor.
Nos quedo Facebook y Gmail para continuar esta amistad que poco a poco se fue apagando.
En una fiesta, me encuentro a un amigo en común de los dos, y me dice que alberto estaba ahí, si ahí mismo en la fiesta. No me lo podía creer.
Lo busqué y cuando lo vi me queria morir, no podia creer que habia venido a cuba sin llamarme o decirme voy pa la Habana.
Me dolió pero, lo eliminé de mi facebook, me hablo y un dia me llamo y me dijo que lo disculpara que habia venido muy rapido, pero no eran excusas aunque sea para una simple llamada.
A su Gmail, le hablé...el me texteaba desde su nuevo blackberry... pero le dije que lo eliminaba de todo que no querí mas su amistad, aunque el no lo creyera siempre me ha hecho falta.Pero el mal paso lo dió él. no le guardo rencor, pero me hubiera gustado que aunque sea en la distancia estuvieramos juntos.

Anónimo dijo...

Tienes razón, en Cuba hay muchos amigos que son como Alberto. Yo soy de las personas que valora mucho la amistad y me duele como a ti las falsedades. No creo que una sociedad cambie a las personas, cuando la amistad es verdadera no importa donde esté, lo importante es lo que siente aún en su lejanía. Lo importante es que no sufra de amnesia y recuerde la mano extendida incondicionalmente. Ojalá el dinero no fuera ese hongo que pudre por dentro hasta que se hace visible.
Muy interesante tu historia

cubitogeno dijo...

Me gusto tu articulo pero no estoy de acuerdo ,es que aqui se habla solo de tu parte habria que ver realmente que pensò ò que le sucedio a Alberto y realmente no creo que la cosa mejor fuera cancelarlo de facebook aunque si se dice que "la amistad se ofrece , no se mendiga" si es mi amigo un que no quiero perder yo lo hubiera seguido buscando, en cuanto a los 20 dollares de tu amiga? solo una cosa , el primer mundo es complicado y DIFICIL, te lo dice uno que tuvo que empezar desde cero otra vez y hubo momentos en que no tenia ni siquiera el menudo para coger la guagua. Logicamente en esas condiciones hay que inventar y me prostitui, cuide perros, limpie piso, etc, etc por suerte no tuve ninguna amiga que me pidiera 20 dollares para cargar un celular en Cuba porque le hubiera dado una mandà para casa de la pinga que todavia estuviera llorando. Me encantan tus articulos pero decididamente con este no estoy de acuerdo.

Rastreator dijo...

Las personas cambian?, o simplemente tarde o temprano descubrimos quienes son en realidad?

Anónimo dijo...

la gente cambia pero yo creo que el amigo verdadero, se mantiene verdadero siempre; el que cambia es porque no era tu amigo en verdad, aunque lo disimulara muy bien.

Yo me fui de Cuba hace 3 años y dejé allá a 3 amigos: Maday que es como mi hermana, Karasu que es mi ex número 2 y Kike, mi Kike del alma. Maday tiene correo de infomed y nos comunicamos por esa vía, yo la llamo cuando puedo pues como dicen y tu estás consciente, la vida en el primer mundo es del carajo! en 3 años aun yo no he podido volver y aun hoy tengo que contar quilo a quilo para que me alcance el dinero hasta el pxm cobro. A veces se encabrona conmigo porque me paso hasta un mes sin escribirle y la razón no es la vida, ni la velocidad con que se vive aquí, ni los problemas. No le escribo porque sufro tanto el no estar con ella, con mis otros amigos, con mi madre y mi abuela que me crió, por no tener nada de mi Cuba que lo que soy y recuerdo... eso duele y por eso a veces no le escribo porque solo quiero morirme pa´l carajo y ya! entiendes? pero si la quiero, la quiero CON COJONE y por eso me duele! le explico todo esto cuando me arma un berrinche y terminamos llorando las dos (cosa que nos informamos x correo, 10 minutos son muy cortos pa´estar echando mocos) y ya, hasta la pxm crisis existencial.

Karasu, él simplemente se fue desvaneciendo y no sé la razón, supongo que los novios pasan a ser amigos hasta que consiguen otra novia y ya tu eres nada.

Y Kike, el pobre, ese no tiene ni correo ni chat ni nada... él fue alguna que otra vez a un joven club a escribirme pero como las computadoras le son tan desconocidas solo me escribía 2 líneas cada 20 minutos... pero eso yo lo amaba. Hace mucho que no se de él, solo lo que me dice Maday. Ella no lo ve ya pues se mudó para Stgo y todos se han alejado. Pero te puedo asegurar que el día que yo vaya a Cuba, después de mi madre, mi abuela y la familia de mi esposo, mi segunda visita es al Cotorro a que Kike y Maday me expriman y me besen y me digan que me aman (y yo a ellos) porque los quiero y se que ninguno ha cambiado.

Alberto, como bien dices, es un imbécil pero lo doloroso es que es mejor actor que imbécil.

Luis Gomez dijo...

La gente no cambia, creo que las personas son como son, solo hay que darles la oportunidad de demostrar lo que realmente son. Hay personas que se adaptan a las circunstancias como el camaleon, y el Alberto que conociste antes y el de ahora siempre fueron la misma persona solo que no tuvo la oportunidad de demostrar lo que realmente era hasta que se presento la ocasion de hacerlo.
Yo sali de Cuba hace 27 años y regreso a la isla por razones estrictamente familiares, sin embargo cuando voy trato de ver a mis amigos con los que estudie en el Pre. Muchos estan fuera de Cuba, pero otros aun viven alli, y cuando voy nos reunimos todos un dia para compartir una tarde (unas horas porque el tiempo es muy limitado), pero dejame decirte aunque te parezca raro a mi me ha sucedido a la inversa, he tratado de contactar con algun que otro que yo creia mi amigo y ahora porque son profesionales de exito en Cuba es imposible hablar con ellos. Asi que nada tiene que ver con el primer, ni el tercer mundo, todo tiene que ver con la calidad humana.
Al final es mejor darse cuenbta quienes son los verdaderos amigos, asi no vive uno engañado toda la vida. Suerte

MIREYA dijo...

Pues ahora ya tu has conocido el primer mundo, y lo podrás juzgar por ti mismo Raúl........de pronto hoy por hoy ya puedes ponerte en los zapatos de Alberto

obandoflores dijo...

Soy venezolano, y testifico que no se necesita emigrar para encontrarse con Albertos por el camino. Los tienes acá mismo, que por las diferencias, la intolerancia, la incapacidad de entendernos por encima de ellas, no somos capaces de asimilar la separación de amistades y familiares por el simple hecho de pensar diferente.

Nelly dijo...

Me calaste hondo.
Me hiciste recordar (aparte de las veces que me recuerdo yo, solita, sin ayuda de nadie... xD)a mi propio, tal vez, próximo Alberto, pero de aquí mismo, no se ha ido a ningún lado.
En mi recorrido por el mundo virtual, me tropecé contigo y me atrajiste por trez razones: porque escribes, porque eres gay y por ser cubano.
Me enterneció tu ardua tarea de buscarle justificación y explicación a la actitud de tu Alberto.
Me sacudió tu opción de "si el problema se ignora, no existe", es lo que se suele hacer para no sufrir, para seguir funcionando, para continuar viviendo, en definitiva... Yo tengo otra, menos funcional, al parecer; "ocultar toda la mierda bajo la alfombra", pero, ¿qué pasará cuando se forme un montículo? ¿tendré que cargar otra mochila? las anteriores ya se fueron a la basura, aunque no al olvido...
Me estremeció tu queja, tu exigencia; "si yo puedo hacerlo, ¿por qué debo pedir menos para conmigo? Cierto. ¿por qué habrías de conformarte con menos?
Y sí, es verdad, la gente cambia, cuando tu esperas que no lo haga, porque esta bien como está, lo hace, y para peor. Cuando tu esperas que cambie para bien, para ti, por ti, lo hace. Pero ya no para ti, ni por ti, sino para otros, por otros, y a ti te duele, y a ti te olvida...

Cronista Callejero dijo...

¿Sabes?, tenía cierto rechazo ante tu blog (cuestiones de tincado no más), pero he leído bastantes entradas y puedo decir que lo he encontrado simpático e interesante, tanto como para seguirlo regularmente.

Saludos.

Santiago Torres Destéffanis dijo...

Me conmovió sinceramente. Abrazo desde Uruguay.

Miguel G. Dorta dijo...

Muy, muy, muy bueno.

Amaranta dijo...

Muy bueno, muchas gracias por este sacudón

María Luján dijo...

Qué buen texto, no tengo un amigo cubano que se fue, pero si una argentina que ni siqiura s emudó de ciudad, pero así, un dia, casi como Alberto, desapreció por un año y se volvio "cool"y se olvidó de todo lo que habíamos pasado juntas. En fin, uno colecciona muchos imbeciles en su vida,pero cuando son amigos, esos imbeciles son importantes y duelen mucho.
Excelente tu blog, me encantan tus relatos.

Anabel dijo...

Que fuerte escrito, pero una gran verdad. Espero no ser la Alberta de nadie. Te quiero Raul. Besitos!

Unknown dijo...

Tu sinceridad hace reflexionar a aquellos como yo ,que tuvimos un Alberto en la vida ,aquel que era amigo ,que se podia llamar el paisaje del día a día ,pero al pasar de los años cuando ya cada cual fue por distintos caminos Alberto ya no era mi paisaje solo una pintura abstracta.Espero que todos los Albertos del mundo se den cuenta de cuan imbeciles se vuelven cuando ven lo lejos que esta lo que un día fueron .


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