viernes, 13 de abril de 2012

El tipo que me gustaba mucho


El tipo que me gustaba mucho se besa con otro a dos metros de mí. Pude haber sido yo, pero no lo soy. Es este imbécil quien, con su sonrisa de idiota y su estupidez, logró lo que tanto hubiese querido yo. Por lo que hubiese matado. Hace unos minutos era yo quien bailaba con él, al que le sonreía, pero ya no soy el centro de su atención.

Me siento mal. No es culpa del tipo que me gustaba mucho, ni siquiera del otro advenedizo: es culpa mía, por ser tímido justo cuando no debo serlo. Siempre soy tímido cuando alguien me gusta mucho. Ningún otro rechazo me hubiese importado tanto, pero este sí. Por eso no me arriesgué. Y al no arriesgarme, perdí.

Me juré cuando entré a este horrible bar y lo vi, que esta noche sí saldría de aquí con él. Y trabajé en base a eso. Dejé que los demás me miraran para subirme la moral y estar en un buen estado al atacar. Me desplacé por aquel lugar subrepticiamente justo para caer a su lado “por accidente”. Para cuando me di cuenta estábamos bailando y el plan marchaba sobre ruedas.

Hubo un momento en que nos reímos de algo de nuestro divertido baile. Fue en ese momento en que casi lo hago. Cuando nos reíamos y nos mirábamos a los ojos. No había que decir nada, solo adelantar la cara y besarlo. Ya él y yo hemos hablado lo suficiente otras veces.

Pero no lo hice. Ni él tampoco. Y caímos en un incómodo momento en que ya ni bailábamos ni nos besábamos. El mismo momento en que hemos caído antes él y yo. El momento que tus amigos - y tú mismo - te reprochan luego que era el momento de hacer algo. El momento en el que tengo que aprender a no ser tímido con los hombres que me gustan mucho.

Fingí que tenía algo mejor que hacer y me fui. Cuando regresé, lo vi besándose con este cretino. Con este cretino con el que yo mismo había bailado hacía un rato cuando estaba entrenando antes de ir a ver al tipo que me gustaba mucho. Besándose. Como para recordarme que en este mundo si no haces algo, otro lo hará por ti. No hay tiempo que perder.

Así que aquí estoy ahora, sentado encima de la mesa y con los pies en la silla, mirando a algún punto fijo de este lugar. Mis amigos insisten en que hay más hombres, pero hace horas que dejó de importarme lo que dicen. Solo quiero que caiga una bomba.

Ahora tendré que hacer lo de siempre. Acostarme con sus amigos, con sus enemigos. Esperar que los demás, por error, a propósito, como sea, le hablen de mí para que le dé algo de odio por haber bailado conmigo y no hacer nada. Siempre lo mismo.

Lo odio. Nadie me gustaba más que él, pero ahora lo odio. Probablemente mañana vuelva a cambiar de emoción, pero lo de ahora es odio puro.

Un pequeño viene y me sonríe. Yo lo ignoro, pero una idea adolescente me viene a la cabeza. Lo cojo por una mano y lo llevo al centro de la pista. Justo al lado de donde los otros no paran de besarse. Bailo con él y lo tomo por la cintura, con la clara intención de besarlo. Qué fácil es besar a los tipos que no te gustan mucho.

Pero justo cuando voy a hacerlo, mi crecimiento personal se interpone en el camino. Cambiar a un tipo que te gustaba mucho por otro al que ni siquiera le has visto bien la cara no hará que uno se sienta mejor. Irse a casa y escribir algo al respecto quizás sí pueda hacerlo. Además, aquellos dos no dejarán de besarse. Quizás no dejen nunca de hacerlo. Así que solo pego mi mejilla a la del pequeño y, mirando a un punto fijo de la habitación, finalmente me resigno.

Al salir, me lo encuentro. Está de la mano de la mofeta risueña. Le sonrío y me despido. “¿Te vas solo?”, me pregunta. “Pues sí”, le digo. “¿Nadie te gustaba?”, me pregunta, como adivinando el título de mi próximo post.

“Me gustaba un tipo. Me gustaba mucho”, le digo mirándolo directamente a los ojos. No soy tan tímido cuando estoy molesto. “¿En copretérito?, pregunta. “Quizás sea en presente”, respondo. “¿Y qué pasó?”, dice. “Se besaba con otro”, contesto. “Esas cosas pasan”, dice. “Esas cosas pasan”, asiento.

No sé si sabe que es él y lo finge bastante bien o en realidad no lo sabe. Quizás la próxima vez le pregunte. Cuando ya no me guste tanto y me lo lleve a la cama. Cuando sea verdaderamente copretérito.

Así que me voy a casa, pensando en cómo tengo que aprender a besar a la gente que te gusta mucho en ese breve momento en que uno ríe y se mira a los ojos.

3 comentarios:

El cazador de burbujas dijo...

Si tienes una victima entre manos, y tienes el tiempo y las condiciones para "conocerle, biblicamente hablando", energiza tu voluntad y manos a la obra! Eso de retirarse con la carabina al hombro como que no esta de moda!

Mylene dijo...

Moraleja, laméntate por lo que salió mal y no por lo que nunca hiciste. Estás ante la pregunta más terrible de todas: what if???

eMoon dijo...

O lo besas tu o se lo lleva la mofeta risueña, ya sabes, ha hacer la tarea.


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