miércoles, 18 de abril de 2012

Aventuras y desventuras de un desempleado


Tanto aprender en esta vida para terminar no haciendo nada. Tanto estudiar, sacrificarme, exigir, para acabar siendo un desempleado.

Que conste que la palabra “desempleado” no empecé a usarla hasta hace unas semanas, cuando tuve que llenar unos papeles y hube de marcar la casilla “Empleo actual”. Ante las únicas dos opciones que me daban: “desempleado” y “ama de casa” y la imposibilidad de marcar la segunda, pues tuve que admitir la realidad y empezar a nombrarme a mí mismo como tal.

Pero lo cierto es que estoy tranquilo. El tiempo que antes invertía (gastaba) en calificar cientos de traducciones, ir a la escuela y llenar actas por un salario miserable, ahora lo empleo en pintarme las uñas (es una metáfora), acondicionarme el pelo y pensar en los días en que era canadiense. También escribo mi primera novela y le doy clases de inglés a dos de mis mejores amigos quienes me pagan el doble de lo que ganaba en la facultad. O sea: todo bien.

Pero ningún país es tan hipócrita en términos laborales como el nuestro. Ninguno. Aquí nadie trabaja por su salario, sino para complacer a los familiares o para tener acceso a Internet. Sin embargo, cuando alguien (en este caso el modesto y heroico bloguero) decide dejar de hacerlo y ser honesto, es rápidamente cuestionado.

Para tener un trabajo, uno de los dos siguientes requisitos han de cumplirse: o te pagan lo suficiente o tienes que tener realización profesional. Y yo no tenía ninguna de las dos. Nunca pensé en ganar un centavo en la universidad, eso es seguro, pero siempre pensé en superarme. Qué ingenuidad la mía: terminé frustrado y pobre.

Un día que alguien me sugirió que me quitara mi “gorrita” para dar clases, me di cuenta que no tenía ganas de quitarme absolutamente nada sin ninguna compensación que lo justificara. Así que renuncié. Y es que el problema es que yo nací capitalista. Soy extremadamente calculador, mi sangre es demasiado fría y las cosas las veo demasiado nítidas. Así que no hay ninguna gorrita quitada por veinte dólares al mes (que curiosamente fue lo mismo que costó la gorrita).

Pero así y todo, los demás no se acostumbran. La mejor parte de todas es cuando me preguntan de qué estoy viviendo ahora. ¿De veras? Cuando yo era estudiante y no tenía ni este peso cubano, nadie nunca me preguntó. Ni una sola vez me preguntaron “¿Comiste ayer?” o “¿Ese es el mismo pullover de hace tres años?”, pero ahora, que conozco cuanto negocio se puede hacer en este país conociendo dos idiomas (créanme, hay unos cuantos y otros los he inventado yo), pues la gente me pregunta de qué voy a vivir ahora que dejé el trabajo. Lo dicho: una hipocresía laboral de la que somos líderes en el mundo.

Ya ustedes saben lo mucho que me importa la opinión de los demás (ironía), pero así y todo, en ocasiones podrían intentar ser más coherentes. De todas formas, al margen del vulgo, decir que soy desempleado me da urticaria. Será mi mente capitalista que se resiste.

Además, la gente cercana a mí no ayuda. Mi familia se pasa la vida pidiendo cosas porque “yo no trabajo” y si digo que estoy escribiendo se ríen como diciendo “sí, claro”. Si el día de mañana mi libro se vende como Harry Potter, ya los verán por la televisión diciendo: “siempre tuvo mucho talento”, pero ahora, ninguno lo toma en serio.

Mi papá pregunta en su llamada telefónica semanal “si ya tengo trabajo”. Me recuerda cuando preguntaba “si ya tenía novia”. Pero bueno, confiemos en que, al igual que antes, se de cuenta un día que debe dejar de hacer esa pregunta.

Los amigos, ninguno de los cuales tiene un buen trabajo, dicen cosas como “mañana tengo que ir a trabajar” o “esta semana he tenido muchísimo trabajo”, cuando en realidad lo que quieren decir es “yo sí tengo un trabajo”. Yo los ignoro, por supuesto y los dejo que se ahoguen en sus “montañas” de trabajo sin sentido ni objetivo.

Cuando llegas a un lugar y dices que no trabajas, tu opinión no cuenta para nada. El otro día una muchachilla gritaba lo dura que eran sus clases de gramática española. Le dije que para mí no habían sido tan duras, pero me respondió algo como “Sí, es que tú no sabes de eso pero las de la universidad son muy difíciles”. La miré como King Kong miraría a un insecto, pero como  mi opinión desempleada no tenía ningún valor, opté por no contestarle (o abofetearla).

Pero lo cierto es que, por mucho que me moleste el término “desempleado”, no voy a trabajar más. Seré un vago lo que me queda de vida. O por lo menos, lo que la sociedad considera como un vago. O sea: ese tipo que no trabaja y tiene más dinero que los que lo hacen. Sí, creo que lo prefiero.

Pero entonces, de un momento a otro, algo surgió. El otro día me divertía mucho con unas muchachas que acababa de conocer cuando la inevitable pregunta “¿y tú qué haces en la vida?” surgió. Cuando iba a dar mi larga declaración de “bueno, pues yo estudié tal cosa y trabajé en tal más cual cosa pero lo dejé porque no me daba nada” y que concluía con las inevitables palabras “soy un desempleado”, otra respuesta muchísimo más fácil, corta e inesperada salió de mi boca: “soy escritor”.

No sé cómo pasó, pero salieron de mi boca. Y una vez dichas, estas palabras me parecieron excelentes. Al final de todo, tampoco estoy diciendo mentiras. Y entonces, todo el mundo sonrió. Estaba aceptado de nuevo en el mundo laboral. Ahora con un nuevo perfil “artístico”, pero aceptado de nuevo.

Así que creo que estoy de nuevo en el mercado. Por supuesto, tengo que seguir haciendo todas las otras cosas para poder comer, pero bueno, era lo mismo que hacía antes: un trabajo de mentira para decir en alta voz y doce escondidos que los demás no tienen por qué saber. Además, ahora puedo usar la gorrita justificadamente. Después de todo, soy digno hijo de un país a la vanguardia mundial de la hipocresía laboral.

“Hola, soy Raúl y soy escritor”. Sí: suena bien. Y así nada más, mis días de desempleado quedaron detrás.

13 comentarios:

Cruella de Vil dijo...

Levanto mi copa imaginaria por todos los vagos desempleados(con manicure envidiable y acondicionado cabello) que se cansan de tener un trabajo que no les da nada. Felicidades por tu reciente profesión, Raúl :)

Anónimo dijo...

Quiero quitarme la "gorrita"ante tu valiente talento....

Raúl Reyes Mancebo dijo...

Gracias, Cruella, sabía que nadie me entendería como tú ;-)

Anónimo dijo...

EL DE ARRIBA FUI YO:OSMIN.

Raúl Reyes Mancebo dijo...

Pues gracias, Osmín ;-)

Anónimo dijo...

Orgullosa de conocerte, mi vago escritor jejeje. Un beso, eres singular, me gustas.
¿Y por qué tengo que comentar como anónimo?
Soy Yanet ;-(. Un beso.

MIREYA dijo...

Creo que todos, esperábamos que ya te decidieras tu eres un escritor..y uno muy bueno.
FELICITACIONES y gracias por deleitarnos con tu talento

maylin dijo...

Cariño, no tenías que convertirte en un desempleado para descubrir que eras un escritor y de los buenos!!! besos

Grisel dijo...

Que te puedo decir mi amigo, no debes presentarte como un "escritor" sino como " UNA GRAN ESCRITOR" que eso es lo que eres, quizas no te habías descubierto como tal. Cada día eres Más MEJOR (es un disparate pero me suena a un super super superlativo)jejejeje Felicidades!!!!!!!!!!!!!!!

Anónimo dijo...

es la historia de muchos, lo malo es que muchos de esos de esos muchos ni saben otro idioma ni pueden escribir y enrtonces se dedican a revender papas y verduras por ahí en una carretilla oxidada

yele jimenez dijo...

I LOVE IT... SO FUNNY... C U IN FB RAULY

Mylene dijo...

Eras un escritor desde mucho antes, que bien que ya te presentas como uno.

Unknown dijo...

Eres todo un SR. ESCRITOR! de los de verdad!!


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