Soledad, cuántos crímenes se cometen en tu nombre. Los vemos todos los
días: mi amiga C. aguanta que el novio se acueste con todo lo que tiene una
saya, mi amigo D. tiene un novio que no entiende la mitad de sus chistes, mi
amigo T. tiene una esposa a la que detesta con todas las fuerzas de su corazón
y mi amiga R. no tiene un orgasmo desde que se casó y su esposo se niega a
hablar del asunto. Problemas sin solución, en la mayoría de los casos. Ya se ha
intentado cambiar las cosas, e incluso ignorarlas, pero nada parece funcionar.
Entonces, ¿por qué no dejar esas relaciones, obviamente fallidas? Podríamos
decir algo como que sus conyugues tienen otras virtudes que los compensan, o
quizás que el amor tiene que saber afrontar los obstáculos que la vida diaria
le pone. Pero lo cierto es que en el caso particular de C, D, T y R, así como
en el de muchas otras letras del alfabeto, el culpable es el mayor miedo que
padece el mundo moderno: el miedo a estar solos.
La sociedad nos enseña desde pequeños, directa o indirectamente, que algún
día encontraremos a alguien para compartir nuestras existencias. Desde pequeños
fantaseamos de con quién nos casaremos y la cantidad de hijos que tendremos.
Después vamos modulando un poco estos sueños, y quizás ya no queremos 6 hijos,
tres hembras y tres varones, o las buenas mujeres son sustituidas por los
buenos hombres; pero lo que sí no cambiamos es nuestro ideal de conocer a
alguien que nos acompañe en este complicado camino llamado vida. Quedarnos
solos es visto, inevitablemente, como una derrota. Queremos mucho a nuestros
amigos y al resto de nuestros familiares, pero sabemos que hay necesidad de
“algo más” que solo una pareja te puede proporcionar. No hablamos de sexo en
esta oportunidad; el sexo no es tan difícil de encontrar, después de todo.
Hablamos de ese “algo más”.
Pero los años van pasando y las opciones se van agotando. Las innumerables
oportunidades de encontrar a la persona ideal se van reduciendo y los relojes
biológicos (y sociales) siguen apurándonos, así que nos desesperamos y cogemos
lo primero que nos pasa por el lado. Por supuesto, fingimos con nosotros mismos
y con los demás que es “el de verdad”, que “tiene defectos, pero yo lo quiero”.
En muchas ocasiones esto no es más que una gran mentira. Pero el estar solos
nos parece tan horrible que admitimos, no solo infidelidades o carencia de
orgasmos, sino además una ausencia total por nuestra parte de afecto hacia esas
personas.
¿En qué momento estar mal acompañado le ganó la competencia a estar solos?
¿No era al revés? ¿Por qué aguantamos todo tipo de cosas por no saber apreciar
nuestra soledad? A veces (muchas veces, de hecho) esperamos a encontrar a otras
personas, aparentemente mejores, para entonces cambiarlas por las que tenemos.
Pero estar solos no. Eso nunca.
Yo fui un niño, luego un adolescente, que nunca se preocupó mucho por los
amores. Me interesaban muchísimas otras cosas y reía en silencio cada vez que
veía una película en la que el protagonista sufría por algo tan tonto como el
amor o la soledad. Me parecían temas intrascendentes. Pero después crecí y,
buscando sexo, caí de golpe en las relaciones. Y entonces, cual adolescente de
novela mexicana, me vi arrastrado en una sucesión de amoríos, infidelidades,
escapadas nocturnas, gritos y pasiones incontrolables. No me fue mal; se puede
decir que hasta me divertí.
Pero en algún punto olvidé lo bien que me la pasaba conmigo mismo cuando no
tenía a nadie más que a mí. Cuando la promesa de encontrar a alguien era tan
lejana que me hacía disfrutar el momento y disfrutarme a mí mismo. Pero hace un
par de años, recobré esa senda victoriosa. No me lo propuse ni nada, pero fui
descubriendo que ya no me emocionaba mucho esperar las llamadas telefónicas de
las personas que conocía o que mi memoria prodigiosa olvidaba una y otra vez
sus nombres, edades y profesiones. Así que me dije que era hora de estar solo
por un tiempo. Y le he cogido el gusto.
Tengo muchas más cosas en mi vida: mis trabajos, mis aspiraciones, mis
amigos, mi blog, mi sexo ocasional, mi vida. Me gusta quedarme en casa por las
noches, ver una buena serie de televisión, con un Tukola en la mano derecha, el
control remoto en la izquierda y la gata acostada en mi pecho como si viviese
ahí. Disfruto el caminar por las calles oyendo mi música country favorita y
pensando en todas las ciudades que visitaré algún día. Me gusta tirar fotos de
edificios y redactar en mi mente el discurso que daré cuando me gane un Oscar.
Quizás me estoy volviendo viejo. O quizás he crecido finalmente. No sé, ni me
interesa conocer la respuesta. Lo que sí sé es que ya no aguanto nada por temor
a estar solo.
Por supuesto, hay momentos de flaqueza. Los 14 de febrero, en los que
intentas dormir todo el día. O en esas fiestas de amigos en las que todo el
mundo va con su pareja y en un momento determinado, como reloj, todos empiezan
a besarse. Ahí uno no puede evitar sentirse como si estuviera en el Arca de Noé
y uno es un animal del cual, por problemas de extinción, solo queda uno.
Entonces llamo a Ray y le digo que me siento solo, y él me recuerda que es la
maldición de ser demasiado inteligente. Pero no es nada que no se pueda
superar, y a los 15 minutos ya hablamos de American Idol y de cómo Gaga se ha
insertado en nuestras vidas a tal punto de que ya no sabemos a quién adorábamos
antes que a ella.
Todos queremos un príncipe azul. Pero estos están escasos. Quizás fue el
período especial o el bloqueo, pero no hay muchos. Así que estar solos, después
de todo, no es tan malo. Nos permite apreciar mejor a esos otros príncipes
azules que no siempre valoramos en su justa medida: nosotros mismos. Nos hace
prepararnos, de una forma más honesta, para nuestras próximas relaciones. Nos
hace valorar mejor cuáles son los verdaderos propósitos de nuestras vidas.
Mi amiga C. revisa las camisas del novio, mi amigo D. le hace sus chistes a
todo el que lo quiera escuchar, mi amigo T. ya ni habla y mi amiga R. tiene un
amante que le hace recordar los orgasmos pero que la hace sentirse culpable.
Quisiera decirles que estar solos no es tan malo, pero eso no es así. No todos
vivimos en las mismas etapas de nuestras vidas y no todos estamos listos para
asumir la soledad con el mismo espíritu. Yo, por mi parte, estoy bien así. No
solo he elegido el estar solo por encima del estar mal acompañado, sino que
aprecio cosas que solo la soledad puede regalarme. Ya soy grandecito, parece.
Algún día encontraré a mi príncipe azul, pero hasta que ese momento no llegue,
no habrá príncipes de ningún otro color en mi sofá a la hora de ver mis series
de televisión o a mi lado cuando camine por las calles oyendo mi música country
favorita. Estoy bien así: solo. Y es como tener 15 años de nuevo.
17 comentarios:
Me parece estamos en la misma página...mi mamá quedó sorprendida un día que le dije: "estoy disfrutando de mi soledad" También hay q reconocer q esas palabras no tiene espacio en la vida de todos. Hay q hacerse uno mismo feliz...tenemos todo lo que necesitamos! Loved it as always!!! Un besote grandotote por tan buenas reflexiones y otro por ser quien eres!
---------estaré obligado a leerte ya...me he quedado pensando con tus reflexiones de la vida y la soledad....yo me quedo con esta frase muy buena...
las buenas mujeres son sustituidas por los buenos hombres; pero lo que sí no cambiamos es nuestro ideal de conocer a alguien que nos acompañe en este complicado camino llamado vida.
Me encanto y me dejastes sin palabras porque nunca he estado "sola" el porque pues aun no lo se y ya es demasiado tarde pues soy felizmente casada gracias a dios. Y pues hay por ahi un dicho bien famoso que dice "Es mejor estar sola que mal acompanada" ;) Saludos!
Interesante, aunque la soledad que comentas es relativa, la soledad no se asume igual a los 20 que a los 50... Con 27 pienso así, quizas a los 50 te dé la razón. Saludos
Me pareció muy interesante este. Hay que reconocer que se necesita mucho valor para enfrentar la soledad con entereza, orgullo y amor por sí mismo. Comparto totalmente el refrán: "Mejor solo que mal acompañado". No he tenido tan mala dicha de permanecer largos períodos de tiempo solo, (bueno, lo de mala dicha es circunstancial)pero cuando lo he estado, he sabido disfrutarlo y sacar provecho de sus ventajas. Muy buen artículo Raúl. Este y el Quo Vadis, cubano? van siendo mis favoritos. Muy buenas reflexiones y ahí es donde muestras verdaderamente tu talento. Keep on!!!
creo que es de tus mejores... genial eso de no cambiar el azul por otros colores... igual no renunciar a buscarlo...
Me gustó mucho Rau. Es un tema que está muy presente en mi vida, pero en el sentido contrario, la soledad se ha vuelto una compañía que disfruto, y para no mentirte esto a veces me ha preocupado, lo cual es una contradicción pues soy la que ha escogido estar sola. Hay cosas en las relaciones de pareja que no entiendo, esto es algo en lo que estoy aun estoy creciendo... no dejes las letras... beso
se me olvidó decirte que era yo...
Raul, muy bueno como siempre tu blog, lo mismo te saca la risa que te hace reflexionar...Sigue con el!!!!
Ahh...lo de Ray, American Idol y Gaga me dio hasta nostalgia...mis salu2 a Ray
Felicidades Raul, me estoy convirtiendo en tu blogadicto! Gracias! Abrazote!
Felicitaciones, sigo siendo tu top fan No. 1, este blog cada mes me gusta mas, cada dia esta más interesante y cada dia llegar mas a lo profundo, al los temas que a otras personas (como a mi) les gusta leer, recomiendo algo del amor platonico para algunas de tus próximos escritos, nuevamente , FELICIADES!!!
Disfrutar un tiempo en soledad es maravilloso, pero yo soy de las que sale corriendo luego de un par de semanas a procurar compañia, y en el camino si es buena se queda y si es mala se desecha.
¿Demasiado práctica?
Como siempre me encantó.
Muy bueno tu artículo, como los demás.
No fue fácil para mi la decisión de estar sola. Supongo que despues de salir constantemente de una relación para otra y consiguiendo solo mal sabores para mi vida y para la de otros, no me quedaba otra opción.
Concuerdo en que es buena la soledad por un tiempo, nos enseña a conocernos a nosotros mismos, a saber lo que realmente queremos. Los príncipes de otros colores son útiles tb, nos dan experiencias y nos ayudan a saber qué es lo que no queremos. No en casos tan extremos como los de tus amigos, pero hay algunas cosas que si debemos vivirlas para saber que no es lo que buscamos. Después de haber vivido un tiempo con príncipes de otros colores y un tiempo con una misma, ya podemos decir que estamos listos para ese príncipe azul que queremos, que puede que no llegue, pero si llega no lo dejaremos pasar. Como dijo Gabo: Quizás dios quiera que conozcas mucha gente equivocada antes de conocer la adecuada, para que al fin cuando la conozcas, sepas estar agradecido.
muy bueno tu blog, realmente me han gustado mucho todos los que he podido leer, pronto tendrás más amigos aqui felicitándote por tus exelentes escritos.
Hay tiempo para todo, para estar solo y también para estar bien acompañado. En mi opinión, las dos tienen sus ventajas, sólo que debes aprender a sacar provecho de cada circunstancia de la vida en la que estés como bien hace nuestro excelente Raúl.
Hay tiempo para todo, para estar solo y también para estar bien acompañado. En mi opinión, las dos tienen sus ventajas, sólo que debes aprender a sacar provecho de cada circunstancia de la vida en la que estés como bien hace nuestro excelente Raúl. Yuliet
Tengo la convicción de que nadie puede querer realmente a otra persona si antes no se quiere a sí mismo. Y para ello, uno debe aprender a disfrutarse como individuo, con sus baldosas blancas y con sus baldosas negras. En ese sentido, la soledad --tengo para mí-- es el estadio óptimo. De esa forma uno adquiere la fortaleza para evitar degradarse al vivir la fantasía de que se completa con alguien a quien no soporta.
No sé si quedó muy claro el concepto, pero coincido plenamente con tu punto de vista.
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